LA PREMISA DE SER SOSTENIBLE: VALORES Y PRINCIPIOS RELACIONADOS CON EL UNIVERSO TURÍSTICO

Las organizaciones contemporáneas deben engendrar actitudes éticas y moralmente correctas entre sus Participantes : conductas y comportamientos que respeten los estándares universales de los derechos humanos, la ciudadanía y la participación en la sociedad; Respeto al medio ambiente y gestión participativa que favorezca un mayor involucramiento de sectores representativos de sus comunidades, contribuyendo a un desarrollo económico más humanizado, integrado y holístico.

A través de estas posiciones, se considera que las prácticas organizacionales más sostenibles deben ser capaces de promover el respeto por las necesidades actuales y futuras de los individuos, las sociedades y el planeta; un desarrollo socialmente justo, culturalmente compatible y ambientalmente responsable, así como cambios en los ritmos, conductas y valores operativos de sus productos y servicios.

Un aspecto importante a destacar es el hecho de que un número creciente de empresas ven, gracias a la progresiva relevancia de este tema, oportunidades únicas capaces de proporcionar importantes diferenciales competitivos. Un ejemplo de ello es la Red ACCOR, que a través de su programa Planeta 21 Ha alcanzado notas considerables: el 68% de sus hoteles prefieren comprar productos locales, promoviendo y fomentando el aspecto de la intersectorialidad local en la producción de sus servicios; El 83% de sus hoteles han prohibido el uso de animales marinos en peligro de extinción en el menú; El 80% de los directivos de la red fueron reclutados en la propia empresa, aspecto que demuestra el reconocimiento y aprecio de su empleado; y el 6% de estos establecimientos utilizan energías renovables (ACCOR, 2014).

Una vez expuestas estas aclaraciones introductorias, cabe plantearse una pregunta: ¿cuál es la importancia efectiva de estos principios, criterios y valores para el turismo? Antes de responder a esta pregunta, es necesario entender la importancia económica y las tasas de crecimiento de esta actividad, ya que inciden directamente en los impactos negativos perpetrados por esta actividad. Dicho esto, a escala global, se reitera el hecho de que este sector económico ha experimentado un intenso crecimiento en los últimos años.

Inevitablemente, este escenario puede provocar impactos negativos que afectarían, por ejemplo, la calidad de vida de los más distinguidos Participantes o las peculiaridades naturales, culturales y socioeconómicas locales. Así, para evitar el riesgo de que la actividad se convierta en autoconsumo, es imprescindible insertar principios, conductas, valores y criterios que garanticen su sostenibilidad. De esta manera, sería posible satisfacer los deseos y expectativas de su tríada -empresarios, comunidades y turistas- sin dejar de lado la protección y preservación de los recursos naturales, sociales, económicos y culturales que apoyan su puesta en funcionamiento.

A priori , sería debido a sus efectos positivos que la sostenibilidad ha sido ampliamente discutida por los gestores de turismo, así como por los académicos. Una narrativa que también justificaría este interés es que la promoción empresarial se da en un mundo "saturado de marcas y logotipos", lo que requiere un trabajo interdisciplinario capaz de brindar oportunidades de desarrollo social directamente relacionadas con el desarrollo económico.

Para que esto ocurra, corresponde a los gestores turísticos comprender una serie de complejidades socioculturales, económicas y ambientales más allá de los intereses individuales. Así, estos profesionales deben comprender cómo se estructuran estas complejidades a través de una "maraña" de valores, signos, caracteres, relaciones, identidades y objetos que distinguen y al mismo tiempo exaltan su heterogeneidad, dinamismo, complejidad y perplejidad territorial llena de arquetipos socioculturales, económicos, políticos y ambientales únicos que podrían servir como fuertes coeficientes de atracción para el desarrollo del turismo local.

Tal hallazgo permite comparar los destinos turísticos con verdaderos "laberintos" que deben ser atravesados no solo por los nativos, sino también por sus visitantes y gestores. Debido a la existencia de numerosos caminos/posibilidades a seguir, el gestor turístico necesita tener la sensibilidad para captar la singularidad de estos lugares, exteriorizando a través de sus productos, servicios y establecimientos, procesos de develamiento capaces de revelar experiencias, vivencias y representaciones únicas en cuanto al disfrute, asimilación y perpetuación de valores socioculturales que fortalezcan el "alma" de este entorno, así como personificar y enriquecer la experiencia del turista.

Por otro lado, este discurso cobra aún más robustez al aportar lo que Laraia definiría como la posibilidad de "vivir mil vidas en una". A la vista de esta rica experiencia cultural que posibilita el turismo, tal máxima permitiría un intercambio de valores que hace de este fenómeno contemporáneo una experiencia diferenciada a los "ojos" del visitante y del visitado. Por lo tanto, corresponde a los gestores turísticos formular productos, bienes y servicios que muestren y respeten, a través de principios éticos y morales, la esencia y el significado, el consenso y el disenso, los pensamientos y comportamientos que se presentan en estos espacios sociales.

Para estos ejemplos, la actividad turística debe estar bien planificada, supervisada y evaluada, de manera que tanto los empresarios como Participantes están satisfechos y se benefician mutuamente de sus resultados. Para ello, es fundamental percibir, analizar y controlar sus impactos, que son uno de los principales lineamientos de una gestión sostenible y participativa.

REFERENCIAS:

ACCOR. 2014. Planeta 21. Disponible en: < http://www.accorhotels.com/pt-br/sustainable-development/index.shtml >. Fecha de acceso: 10.Ago.2015.